El Tribunal Supremo ha condenado a la empresa Derivados del Flúor por contaminar pastos destinados a la cabaña ganadera y provocar la muerte de un elevado número de vacas en Castro. La sentencia considera probado que los altos niveles de flúor emitidos por la fábrica, situada en la pedanía de Ontón, infectaron el principal alimento de la reses y causaron su fallecimiento por fluorosis. |
La resolución ratifica en
todos sus términos el fallo emitido en 1997 por la Audiencia Provincial
de Cantabria y obliga a la firma demandada a cesar las emisiones
contaminantes, así como a indemnizar a los ganaderos afectados por las
pérdidas sufridas desde 1982. La denuncia fue presentada por seis
propietarios de ganado vacuno, si bien el número de perjudicados
sobrepasa la veintena de explotaciones.
Los límites
La sentencia del Alto Tribunal sostiene que el flúor emanado por la
planta «sobrepasa los límites legalmente establecidos y se deposita en
los pastos de Ontón», tal y como recogen los informes elaborados por la
Universidad de Cantabria y la dirección de Medio Ambiente del Gobierno
regional. La cabaña ganadera ingiere de forma continuada esas hierbas
adulteradas, que «acaban causando la muerte a las vacas» después de
debilitar durante años sus huesos y dientes. Al menos tres veterinarios
constataron este extremo tras realizar varias pruebas a las reses.
Tercera sentencia
La resolución judicial es firme y se basa en informes de la década
de los 80, aunque tiene validez para los casos que hayan sucedido a
partir de entonces. No es la única sentencia que le da la razón a los
ganaderos. En 1993, el Juzgado de Instrucción nº 1 de Laredo resolvió
de forma similar y, cuatro años después, la Audiencia Provincial de
Cantabria falló también a favor de los demandantes. El Tribunal Supremo
no ha hecho más que ratificar esta última decisión, al desestimar el
recurso de casación de Derivados del Flúor.
Los ganaderos de Ontón tenían firmado un convenio con la empresa,
por el cual se otorgaba una compensación económica por vaca infectada.
No obstante, la compañía decidió rescindir el acuerdo de forma
unilateral en 1982 al considerar que se habían reducido
considerablemente las emisiones de flúor y ya no se causaba daños en la
cabaña ganadera. En este sentido, la compañía sostiene que, en la
actualidad, cumple la legislación en materia de medio ambiente. «La
sentencia hace alusión a un tema pasado. Somos una empresa comprometida
con nuestro entorno y tenemos varias certificaciones oficiales que así
lo avalan», insistió el director gerente de Derivados del Flúor, Jesús
Solaún.
En este sentido, el delegado de Medio Ambiente en el Ayuntamiento
de Castro, Juan Tomás Molinero, destacó que los hechos sobre los que se
pronuncia la sentencia del Supremo «se produjeron cuando no existían
leyes que exigiesen a las empresas de este tipo medidas de seguridad» y
recordó que en aquel entonces «fue un caso muy sonado».
Pese a ello, el edil regionalista manifestó que a día de hoy «la
emisión de materiales contaminantes de esa fábrica al exterior es nulo.
Como es preceptivo, nos envían cada trimestre un informe y, según estos
documentos, no hay contaminación», afirmó Molinero.
«La vida de los animales se acorta a la mitad»
Tras veinte años de batalla judicial, los ganaderos de la pedanía
castreña de Ontón ven la luz al final del túnel. Con todas las
sentencias a su favor, los propietarios de las vacas buscan ahora la
forma de cobrar las indemnizaciones. Atrás quedan los largos días de
sufrimiento por la muerte continua de las vacas. «Hemos vivido una
auténtica pesadilla. Nos sentíamos totalmente impotentes porque no
podíamos hacer nada para salvar a los animales», rememora Jesús Sierra,
uno de los propietarios de reses y que cuenta actualmente con un
establo compuesto por 55 cabezas de ganado. «El 90% está infectado»,
sostiene.
Dientes y huesos se ven afectados por la fluorosis. El
debilitamiento de las vacas contaminadas es progresivo y acaba por
causar el fallecimiento prematuro de los animales. «Se les acorta la
vida a la mitad y luego no queda otro remedio que malvender la carne
para al menos sacar un poco de dinero», explica Sierra. «Ahora mismo
tengo un ternero de dos años que parece de seis meses. Las vacas sufren
un verdadero calvario hasta morir», se lamenta este vecino de Ontón,
que interpuso la demanda junto a otros cinco ganaderos.
A pesar de contar con un fallo judicial que les da la razón, los
afectados no están conformes con los requisitos establecidos por el
Tribunal Supremo para el cobro de las indemnizaciones. «Son unas
condiciones leoninas», subraya Jesús Sierra. Para acreditar que las
vacas tienen fluorosis, es necesario que el ganado esté censado en la
zona y haya muerto. Una vez identificado el cadáver, veterinarios de la
consejería de Agricultura del Gobierno de Cantabria deben examinar al
animal y diagnosticar la enfermedad en base a la cantidad de flúor
detectado en el organismo. «El proceso es muy largo y complejo», se
quejan los ganaderos. Eso sí, la resolución judicial determina que el
dinero a percibir por cada vaca contaminada se ajustará al precio que
alcanzaría la carne en el mercado.
Sin peligro de transmisión a las personas
«Las vacas afectadas evitan moverse. Los huesos se les rompen de forma
espontánea, los dientes se vuelven amarillo-parduzcos y los costillares
presentan bultos». Según el veterinario Agustín Rodríguez, éstos son
los síntomas de la fluorosis, enfermedad causada por una larga
exposición al flúor.
«El metabolismo de la res acumula el producto primero en huesos y
dientes. Cuando éstos ya no pueden almacenar más pasa a la sangre y los
tejidos blandos como riñones, hígado o sistema nervioso», detalla el
experto. Aunque la vaca esté enferma, «la leche presenta
concentraciones bajas, por lo que no incide en humanos». En cuanto a la
carne «hay varios estudios, pero no se ponen de acuerdo sobre la
incidencia en consumidores. Eso sí, las vísceras deben tirarse»,
recomienda Rodríguez.
Fuente: eldiariomontanes.es