Hay una tonadilla castreña que dice que “la gente que lo veía, no lo podía creer”. Pues bien se puede aplicar a lo sucedido en el Pabellón de la Albericia en el derby cántabro de la división de honor femenina de balonmano. Una derrota que se produjo de la manera más inesperada, y de las que te deja con una mezcla de incredulidad, mal cuerpo, impotencia, y la moral por los suelos.
La afición castreña, que en un número superior a 100 seguidores estuvo presente en el encuentro acabó destrozada por la manera en que se desarrolló la contienda, que tuvo unos inicios igualados, para, a medida que pasaban los minutos, le iba dando ventaja a las castreñas con una horquilla de 2 a 3 goles. En este primer periodo, la labor arbitral no estuvo nada bien con el Castro, pero a pesar de ello, se retiraron con ventaja (9-12) camino de vestuarios.
Todo estaba abierto para la continuación, y el Castro salió a la pista en plan campeón, poniéndose en el minuto 9 de partido con una ventaja de 7 goles (10-17). Todo parecía decidido a favor de las rojillas, que tenían controlada la situación, pero a partir de este momento, el conjunto sufrió una metamorfosis tan grande que hizo que cambiasen los papeles: máxima precipitación en los ataques, muy rápidos, con excesiva ansiedad y nerviosismo a la hora de lanzar en situaciones muy claras de gol, y desalineación total en defensa, lo que provocó que el Marina fuese despertando de su estado grogui en la pista para ir primero acercándose en el marcador y posteriormente darle la vuelta al mismo llevándose un triunfo importantísimo para sus huestes de cara a la salvación de categoría.
Se puede decir con tranquilidad que el buen trabajo realizado durante 40 minutos, se tiró por la borda en los otros 20, encajando un parcial de 14-5 y que desembocó en una derrota inexplicable del Castro, sin querer quitar méritos al trabajo desarrollado en pista por el Marina Park.