sábado. 30.11.2024

Cuenta la leyenda que en vísperas de la Guerra Civil había una trainera superlativa, casi imposible de batir. La llamaban 'La invencible' y paseaba el nombre de Castro Urdiales por el Cantábrico. Su fama de ganadora comenzó a fraguarse en 1930, cuando sólo la mala suerte le privó de la célebre Bandera de La Concha. Hoy, en la localidad cántabra pocos quieren echar la vista atrás para recordar aquella fatídica fecha. La historia juega a su favor. A priori, la grandiosa renta de 18 segundos alcanzada en la primera jornada de la 'olimpiada del remo' debería ser suficiente, pero nadie se fía. La bahía donostiarra no admite relajaciones y la tripulación roja prepara con énfasis el asalto a la ikurriña más deseada. En la semana más decisiva del año, EL CORREO se echa a la mar para compartir con 'La Marinera' una jornada de entrenamiento.

Martes. 19.11 horas. Tras una tormentosa mañana, el sol asoma tímidamente en el horizonte. El goteo de paseantes se torna incesante en el puerto pesquero castreño, lugar de encuentro habitual de muchos vascos. Siete de esos peatones no van precisamente a ver romper las olas en los estribaderos de la iglesia de Santa María de la Asunción. Acuden a diario al pabellón de actividades naúticas para dejarse la piel. Son los oriundos de Euskadi que bogan en la trainera de la pujante ciudad turística. Juan Mari Etxabe encabeza la lista. Es el entrenador, el encargado de 'castigar' físicamente a los 16 remeros en nómina. «Vengo todos los días desde Pasajes. Recorro 140 kilómetros», relata sin perder su sonrisa perenne. Vive entre el mar y la A-8. Como sus pupilos Aitor Dorronsoro, Xabier Etxebeste y Jon Elortegi, que comparten vehículo para poder arribar desde tierras guipuzcoanas.

Oficinistas, mecánicos, socorristas... El plantel de la trainera está repleto de trabajadores de los gremios más diversos, de personas anóminas con procedencia múltiple. A la colonia vasca se le unen cinco gallegos y Dragan Sorin, un rumano afincado desde hace tiempo en Castro. 'La Marinera' es una torre de babel. Domina varios idiomas. «Dos de los chavales se quedan en Galicia por motivos laborales y sólo suelen venir los fines de semana», describe Etxabe. El remo da dinero, pero está visto que no tanto como para profesionalizar una plantilla al completo.

19.44 horas. Llega el momento de entrenar. Aún en tierra, el incombustible Juan Mari Lujambio -patrón titular- ya adelanta que será una sesión suave de alrededor de una hora, de las habituales a estas alturas de la sufrida temporada. Eso no impide que la afición se agolpe en la blanquísima valla con vistas a la tradicional rampa de salida. Empieza el ritual. Trece remeros se echan la embarcación a sus hombros para llevarla en volandas hacia el mar, mientras Etxabe y Lujanbio se encargan de coger la lancha neumática. Todos reciben palabras de ánimo. Nadie grita. De repente, una proclama rompe la tranquilidad aparente del muelle.

-¡Vamos chavales! ¡Aupa Castro! -suelta un apasionado hincha-.

Ya en el mar, el menudo Iker Gimeno da rinda suelta a su habitual sucesión de arengas. «Siiiiiip. ¡Vamos! Siiiiiip». Hombre de la casa, sus 1,60 metros y 57 kilos le convierten en el patrón ideal en cuanto a físico se refiere, pero su rol en el equipo le obliga habitualmente a trabajar en la sombra. Llevaba tiempo esperando a que le brindaran una oportunidad en la élite, un momento que le llegó por fin a los 27 años en San Sebastián.

«Mucho por demostrar»

«El rival a batir era Urdaibai. No podía ganarme la mejor calle, por lo que me fui de la 4 a 3 en el largo de ida, y regresé a meta por la cuarta», narra con su habitual voz quebrada. Al simpático patrón ya le conocían en la villa marinera, pero ahora es prácticamente un héroe para los castreños que le han visto conducir magistralmente a su trainera y le conocen desde que daba sus primeros pasos en el mundillo. Han pasado once años e Iker no quiere echar las campanas al vuelo. Más que nada, porque aún le falta «mucho por demostrar» para llegar a las cinco banderas de La Concha de su compañero Lujambio.

Etxabe, Lujambio y Gimeno coinciden en que viven una semana muy especial en lo emocional. No paran de recibir 'enhorabuenas' por la calle o en los bares de turno. «Esto no me va a cambiar. Yo siempre he sido un poco chulo...», bromea el más joven de sus integrantes. El preparador de Oiartzun vive en un territorio remero por antonomasia. Pasajes es una de las cunas de este deporte. En el pueblo ya le ven ganador. Él es algo más comedido, aunque cree que sólo «una mala mar» puede dejarles sin corona. No teme a los nervios ni a la presión que pueden soportar sus hombres.

Si en las relaciones sociales la regata del domingo ha cambiado la vida a los bogadores castreños, el panorama deportivo sigue igual. Viven al margen de los cantos de sirena de la relajación y la rutina se impone en los entrenamientos. «No hay que cambiar nada», repiten de forma machacona. La sesión empieza con un sencillo calentamiento de un cuarto de hora. Primero, se ejercitan las muñecas. Luego se ensayan las paladas de medio cuerpo. Y, para terminar, los remeros realizan el gesto completo de vuelta al espigón de salida.

-¡Hop, hop, hop! Biiieeen, iuuuup -les insiste Gimeno-.

-Iker, vamos a darle caña -ordena Etxabe desde su 'zodiac'-.

Mientras 'La Marinera' avanza con rapidez por el litoral, el ladrillo inunda el paisaje costero. Es el testigo del espectacular desarrollo inmobiliario experimentado por Castro en los últimos años. Al fondo, los molinos de viento del 'Superpuerto' impiden divisar El Abra. El mar está en calma. Ha dado una tregua antes de descargar su furia en forma de fuerte oleaje, quién sabe si en plena batalla por la bandera más preciada. «Haremos dos más de quince minutos a ritmo fuerte», le dice Etxabe cronómetro en mano al particular guía de la trainera. Dicho y hecho. La lancha apenas puede seguir la estela de la 'bala roja'. Los bíceps humanos son más potentes que su motor. Tic, tac, tic, tac. El tiempo apremia.

Algo extasiados, los trece remeros disponibles regresan a puerto pasadas las nueve menos veinte de la noche. La luz comienza a evaporarse a la vez que menguan sus fuerzas. A estas alturas, es normal. De ahí las suaves sesiones a las que se someten. Lo duro suele llegar en pretemporada, en pleno invierno, cuando se meten en el gimnasio durante horas y acaban «remando a tope» toda una tarde. «Es entonces cuando se puede mejorar la técnica, corregir errores», destaca el sabio técnico guipuzcoano. Por entonces, no es raro ver a 'La Marinera' surcando la ría rumbo a la capital vizcaína o dando paladas en las marismas de Santoña en busca de aguas tranquilas. Como las que tratarán de encontrar este domingo en la última contienda por La Concha. Gloria o decepción. He ahí la cuestión. Se acerca la hora de la verdad.

La caravana de la ilusión

El remo es casi una religión en Castro. De sus 30.000 habitantes censados -se calcula un 40% más sin empadronar-, buena parte es seguidora incondicional de 'La Marinera'. Allí donde compite la trainera, recala una marea roja de seguidores. Etxabe calcula que cerca de 30 autobuses partirán este domingo rumbo a San Sebastián con una tarifa de 15 euros por persona. Es la caravana de la ilusión. A ella se le unirán aquellos hinchas que acudan en vehículos particulares. Se prevé que en total 2.000 feligreses peregrinen a la bahía donostiarra. Todos esperan culminar el viaje con una gran fiesta.

Como si de un equipo de fútbol de Primera se tratara, el club vende sus propios productos en su tienda del puerto. Hay camisetas a 25 euros, polos a 35, banderas, gorros, chubasqueros... El 'merchandising' hace furor en los últimos tiempos, quizá catapultado por los éxitos cosechados por la trainera. «Este año estamos vendiendo más, porque cuando se gana hay más tirón, pero la afición es de las que está con su trainera cuando gana pero también cuando pierde», matiza Mariasun Velar, una de las vendedoras.

Lo cierto es que la eclosión poblacional del municipio ha llevado a miles de vizcaínos a la antigua Flaviobriga. No sólo residen allí, sino que muchos se han integrado plenamente en sus tradiciones. Tanto que el número de aficionados a la embarcación remera ha crecido de forma considerable. Ander López es uno de esos nuevos devotos de 'La Marinera'. Se «enganchó» al ver ganar su última ikurriña de La Concha. «El remo es el deporte más puro que conozco», proclama.

En la mediodía del domingo, este castreño de origen baracaldés estará pegado al televisor. Sólo tiene una pega: deberá buscarse la vida para sintonizar la primera cadena de ETB, una misión casi imposible en la localidad. «El canal en castellano sí que se ve normalmente... No sé cuál será el motivo».

Extraído de: elcorreodigital.com

REMO / Listos para la última batalla