Se dice que el surf entró en España a finales de los años 50 y lo hizo a través del mar Cantábrico. Desde que Jesús Fiochi hiciera sus primeros pinitos en El Sardinero, el surf ha ido adquiriendo cada vez más popularidad en Cantabria.
Muchos de los spots más carismáticos del territorio nacional se hallan aquí y es difícil imaginarse una estampa otoñal e invernal del litoral sin un ‘surfer’ cabalgando sobre una ola. Los torneos crecen en un número así como las escuelas de surf, que se dispersan por las casi noventa playas cántabras.
La costa oriental de Castro Urdiales carece de la fama de Garra (San Vicente de la Barquera), Valdearenas (Liencres), Los Locos o Canallave, pero posiblemente sea un enclave más recomendable para iniciarse en un deporte que comprende ciertos riegos.
Las mejores apuestas en lo que a playas se refiere son Mioño, Brazomar, Arenillas, Oriñón y Sonabia. De hecho, menos Oriñón, que requiere de cierto nivel, el resto son un punto de encuentro habitual para los alumnos noveles de Banzai Surf y Surf Arenillas por citar algunas de las escuelas de la zona con precios asequibles para todos los bolsillos. Por ejemplo, un fin de semana de clases con Banzai Surf vale 60 euros con un monitor titulado, incluyendo el precio el material necesario: el neopreno y la tabla.
Oriñón goza de una muy buena izquierda, pese a que también sea conocida porque una de sus partes sea accesible para los perros. En el otro extremo aparece Brazomar, muy protegida de las fuertes mareas por el espigón del muelle y por ello se ha convertido una de las playas preferidas por los españoles para veranear, según una reciente encuesta de ‘playea.com’. Está muy bien valorada por los servicios que ofrece y el color dorado de su arena, entre otros motivos.
Kayak y paddle surf
Especialmente en esta época del año, el surf comparte protagonismo dentro agua con el kayak y el paddle surf. La tranquilidad y el color de sus aguas, hacen de Castro Urdiales un lugar idílico para su práctica. El recorrido que comprende entre la bahía de Brazomar y la de Osteme permite disfrutar de una vista sin paragón, recorriendo, entre tanto, con pala en mano el rompeolas, el Castillo y Faro y si las condiciones del mar lo permiten, uno no debe perderse la experiencia de cruzar por los pasadizos de la isla de los conejos.
No se trata ni mucho menos de la única ruta posible. Ver de cerca los acantilados de Candina es otra muy recomendable y conlleva recorrer los 3 kilómetros que separan la playa de Valdearenas de la de San Julián.
Al contrario que ocurre en otros lugares, el ladrillo no se ha comido la costa y la naturaleza está muy presente desde la toalla. Combinar los deportes acuáticos con los de montaña es posible y permite descubrir otros atractivos de Castro Urdiales como los dólmenes megalíticos y las infraestructuras mineras del siglo XIX en bici.