viernes. 27.12.2024

Los bomberos de Santander rescatan a una niña de tres años del alféizar de una ventana con la persiana bajada.

Unas marcas blancas sobre una ennegrecida persiana. Sólo quedaba eso horas después. Marcas de una diminuta espalda apretada contra el borde y de una larga cabellera morena. Quedaba eso y el asombro de los vecinos y habituales de un barrio de Santander. Ayer no hablaron de otra cosa.


La imagen de una niña encaramada al alféizar de una ventana de un segundo con la persiana cerrada tardará en borrarse de la retina de su memoria. Al final, un susto y muchas dudas. Los bomberos resolvieron lo primero y la policía tratará de hacer lo mismo con lo segundo.

La película conocida de los hechos arranca a las nueve de la mañana según los datos de la Policía Local. Uno de sus agentes fue el primero en llegar. De inmediato, y con la ayuda de los empleados de un taller en los bajos del edificio, llenan de sacos de viruta el suelo ante una posible caída. Tras los pertinentes avisos llegan más agentes y los bomberos. Una escala acerca a los rescatadores hasta la niña, que tiene tres años, está muerta de frío -sólo lleva un pijama y está descalza-, asustada y no habla español. Son las nueve y media. Ya en tierra firme, una mujer que dice ser su madre y que responde a las iniciales de D.F.D.S.O., de 23 años, llega a la zona y se muestra visiblemente afectada por lo ocurrido. Ambas, madre e hija, son trasladadas a la Residencia Cantabria. La niña está bien. Menos mal.

A partir de ahí, datos, rumores y comentarios. La vivienda estaba vacía cuando los bomberos llegaron. Allí viven cinco adultos y dos menores, todos de nacionalidad brasileña y puede que en situación ilegal -la madre de la víctima seguro-. Se organizan repartidos por habitaciones. Una familia en cada una. Llevan, según los vecinos, tres o cuatro meses ocupando la vivienda. No han dado ningún problema salvo algunos ruidos que molestaban al vecino del piso inferior. Nada grave. «Aquí todos nos llevamos muy bien», dice un inquilino con más de veinte años de estancia en el edificio. «Yo me cruzaba con ellos en la escalera y todo muy bien», comentaba otra vecina. En total, hay once pisos. Dos o tres son habitualmente ocupados por inmigrantes. Permanecen un tiempo y se van. No hay mucho tiempo para hacer amistades en el barrio.

Incógnitas

Las dudas son más que razonables y un elemento llama poderosamente la atención: la persiana. La inspección del piso a instancias del juez demuestra que su funcionamiento es correcto. No se baja sola. Y las condiciones físicas de la niña hacen inviable que sea capaz de subirse, cerrar la ventana desde fuera y cerrarla, ella misma. Alguien la cerró. ¿Premeditadamente o por una casi trágica casualidad? No se sabe.

En el testimonio de la madre -a la que se le abre expediente de expulsión- se asegura que dejó a su hija dormida mientras llevaba a su sobrino al colegio (uno de los residentes de la vivienda era su hermano). La Fiscalía de Menores no ha adoptado de momento medidas de protección al no detectar problemas de desamparo.

Horas después, los vecinos aún miraban la ventana del segundo. Tardarán en olvidarlo.

Fuente : laverdad.es

Abandonada en 15 centímetros sobre el vacío