El motorista de Castro cuyo ingreso rechazó Cruces y que acabó en la UCI de Valdecilla explica cómo vivió la odisea
Ha pasado un mes desde que Eduardo Castañondo, vecino de Otañes (Castro Urdiales) de 31 años, sufrió un accidente de moto y terminó en la UCI de Valdecilla después de que Cruces rechazara su ingreso al considerar que su estado no revestía gravedad. Estuvo siete días hospitalizado con dos coágulos de sangre en la cabeza y cuatro costillas rotas, que le perforaron el pulmón derecho. Aún hoy sigue de baja, aunque algunos días se da «una vueltilla» por su empresa de construcción. Los médicos le recomiendan «reposo» para los próximos meses. «Espero que no me queden secuelas».
Ha pasado un mes desde que Eduardo Castañondo, vecino de Otañes (Castro
Urdiales) de 31 años, sufrió un accidente de moto y terminó en la UCI
de Valdecilla después de que Cruces rechazara su ingreso al considerar
que su estado no revestía gravedad. Estuvo siete días hospitalizado con
dos coágulos de sangre en la cabeza y cuatro costillas rotas, que le
perforaron el pulmón derecho. Aún hoy sigue de baja, aunque algunos
días se da «una vueltilla» por su empresa de construcción. Los médicos
le recomiendan «reposo» para los próximos meses. «Espero que no me
queden secuelas».
Las heridas no le dolieron tanto como el trato que tuvieron que
soportar estoicamente sus familiares, especialmente su hermano. «Al fin
y al cabo yo casi ni me enteré, tenía continuas pérdidas de conciencia,
pero supongo que para mi hermano fue duro escuchar 'Sacad fuera esta
camilla que me está estorbando'», explica en plena convalecencia.
«Hasta ahora nadie me ha llamado para pedir disculpas, ni siquiera lo
han hecho públicamente», se queja. «Si dos coágulos de sangre, un
hemoneumotórax, cuatro costillas rotas y una luxación de hombro no son
graves, entonces no sé en qué estado tienes que llegar a Cruces para
que te atiendan a la primera. ¿O es que creen que en la UCI de
Valdecilla les sobraban camas y por eso me ingresaron?»
El casco, «destrozado»
El accidente se produjo sobre las ocho y media de la tarde del pasado
martes día 25 de mayo en el Alto de la Cruz, Mioño (Castro Urdiales).
Eduardo realizaba la tercera manga de su entrenamiento para el
campeonato de España de motocross en una pista privada. Dos «amiguetes»
le habían acompañado para ver sus evoluciones (el año pasado quedó
subcampeón de Castilla y León), y eso le salvó la vida.
«En uno de los saltos hacia arriba, caí de cabeza», recuerda vagamente.
El golpe debió de ser considerable, porque el «casco estaba destrozado
y el peto de protección, roto». «Quedé inconsciente, boca abajo, me
costaba respirar y empecé a convulsionar. Uno de mis amigos me sacó la
lengua de la boca. Tuve suerte porque suelo entrenar solo», dice.
Los acompañantes avisaron a los servicios de emergencia y a un hermano
de Eduardo, Juan, que «vive a 500 metros y no tardó ni dos minutos en
llegar». Su memoria ha borrado algunos momentos, pero le han contado
que empezó «a divagar» y se puso «violento». Un año y medio antes, en
febrero de 2004, el joven había sufrido otro accidente de coche, por el
que estuvo varios días en coma. Su hermano, que fue con él en la
ambulancia, temía los efectos de otro golpe en la cabeza.
Un equipo de la DYA, compuesto por un facultativo, un auxiliar y el
conductor, rescató al herido. Llegaron a la puerta de Cruces a las
22.35 horas. «No me quitaron ni la ropa de moto. Hubiera entendido que
me auscultaran y decidieran mandarme a otro hospital porque no estaba
grave, pero ¿sin quitarme ni siquiera la camiseta y saltándose el
diagnóstico previo del médico de la DYA, que por cierto resultó muy
acertado?».
Eduardo recuerda sólo algunas escenas en el pasillo de Urgencias.
«Escuché cómo alguien decía: 'Sacadle fuera que me está estorbando», y
que había «una discusión entre los de la DYA y los celadores y médicos
de Cruces que decían que no podían atenderme». Finalmente, al cabo de
una «media hora», la ambulancia se dirigió con el paciente al hospital
de referencia, Laredo. En el camino, sufrió «un deterioro del nivel de
conciencia y una crisis convulsiva», señala el informe clínico emitido
por el hospital universitario Marques de Valdecilla de Santander.
«No podía ni respirar»
Debido a la gravedad de su estado y a que en Laredo no disponen de
Unidad de Neurología para someterle a una posible intervención, fue
derivado a Valdecilla, donde «ingresé a la una y media de la
madrugada», cinco horas después de la caída, según sus cálculos. Cuando
empezó a ser consciente de dónde se encontraba, «al cabo de tres días,
tenía un tubo de drenaje en un costado y una vía de suero -el oxígeno
ya me lo habían retirado-, y unos dolores tremendos. No podía ni
respirar y al toser veía las estrellas».
Eduardo y su familia -su mujer está embarazada de seis meses- estudian
con sus abogados la posibilidad de denunciar a Osakidetza. «Siempre he
pensado que la decisión vino de más arriba. No me creo que ningún
médico decida no atender a un paciente porque el hospital está
saturado. No quiero que le vuelva a pasar a nadie, y sobre todo no
quiero que mi mujer, que es de Bilbao, o mi hijo cuando nazca puedan
ser rechazados en un hospital».
Para colmo, el joven acaba de recibir una carta del hospital de Cruces
en el que le piden información sobre el vehículo que conducía cuando se
accidentó para pasarle «la factura». «¿Me van a cobrar la charla con el
celador?», ironiza. «Si me hubiera llamado el médico para preguntar:
'Hola Edu, ¿qué tal estás?, igual me aceleré al evaluar tu estado,
pero había tenido un mal día'. Con eso hubiera sido suficiente, porque
todos nos podemos equivocar, ¿no?».
Fuente: El Correo Españo-El Pueblo Vasco (www.elcorreodigital.com)