viernes. 10.01.2025

Entrevista a Eduardo Castañondo

El motorista de Castro cuyo ingreso rechazó Cruces y que acabó en la UCI de Valdecilla explica cómo vivió la odisea

Ha pasado un mes desde que Eduardo Castañondo, vecino de Otañes (Castro Urdiales) de 31 años, sufrió un accidente de moto y terminó en la UCI de Valdecilla después de que Cruces rechazara su ingreso al considerar que su estado no revestía gravedad. Estuvo siete días hospitalizado con dos coágulos de sangre en la cabeza y cuatro costillas rotas, que le perforaron el pulmón derecho. Aún hoy sigue de baja, aunque algunos días se da «una vueltilla» por su empresa de construcción. Los médicos le recomiendan «reposo» para los próximos meses. «Espero que no me queden secuelas».

Ha pasado un mes desde que Eduardo Castañondo, vecino de Otañes (Castro

Urdiales) de 31 años, sufrió un accidente de moto y terminó en la UCI

de Valdecilla después de que Cruces rechazara su ingreso al considerar

que su estado no revestía gravedad. Estuvo siete días hospitalizado con

dos coágulos de sangre en la cabeza y cuatro costillas rotas, que le

perforaron el pulmón derecho. Aún hoy sigue de baja, aunque algunos

días se da «una vueltilla» por su empresa de construcción. Los médicos

le recomiendan «reposo» para los próximos meses. «Espero que no me

queden secuelas».


Las heridas no le dolieron tanto como el trato que tuvieron que

soportar estoicamente sus familiares, especialmente su hermano. «Al fin

y al cabo yo casi ni me enteré, tenía continuas pérdidas de conciencia,

pero supongo que para mi hermano fue duro escuchar 'Sacad fuera esta

camilla que me está estorbando'», explica en plena convalecencia.

«Hasta ahora nadie me ha llamado para pedir disculpas, ni siquiera lo

han hecho públicamente», se queja. «Si dos coágulos de sangre, un

hemoneumotórax, cuatro costillas rotas y una luxación de hombro no son

graves, entonces no sé en qué estado tienes que llegar a Cruces para

que te atiendan a la primera. ¿O es que creen que en la UCI de

Valdecilla les sobraban camas y por eso me ingresaron?»


El casco, «destrozado»


El accidente se produjo sobre las ocho y media de la tarde del pasado

martes día 25 de mayo en el Alto de la Cruz, Mioño (Castro Urdiales).

Eduardo realizaba la tercera manga de su entrenamiento para el

campeonato de España de motocross en una pista privada. Dos «amiguetes»

le habían acompañado para ver sus evoluciones (el año pasado quedó

subcampeón de Castilla y León), y eso le salvó la vida.


«En uno de los saltos hacia arriba, caí de cabeza», recuerda vagamente.

El golpe debió de ser considerable, porque el «casco estaba destrozado

y el peto de protección, roto». «Quedé inconsciente, boca abajo, me

costaba respirar y empecé a convulsionar. Uno de mis amigos me sacó la

lengua de la boca. Tuve suerte porque suelo entrenar solo», dice.


Los acompañantes avisaron a los servicios de emergencia y a un hermano

de Eduardo, Juan, que «vive a 500 metros y no tardó ni dos minutos en

llegar». Su memoria ha borrado algunos momentos, pero le han contado

que empezó «a divagar» y se puso «violento». Un año y medio antes, en

febrero de 2004, el joven había sufrido otro accidente de coche, por el

que estuvo varios días en coma. Su hermano, que fue con él en la

ambulancia, temía los efectos de otro golpe en la cabeza.


Un equipo de la DYA, compuesto por un facultativo, un auxiliar y el

conductor, rescató al herido. Llegaron a la puerta de Cruces a las

22.35 horas. «No me quitaron ni la ropa de moto. Hubiera entendido que

me auscultaran y decidieran mandarme a otro hospital porque no estaba

grave, pero ¿sin quitarme ni siquiera la camiseta y saltándose el

diagnóstico previo del médico de la DYA, que por cierto resultó muy

acertado?».


Eduardo recuerda sólo algunas escenas en el pasillo de Urgencias.

«Escuché cómo alguien decía: 'Sacadle fuera que me está estorbando», y

que había «una discusión entre los de la DYA y los celadores y médicos

de Cruces que decían que no podían atenderme». Finalmente, al cabo de

una «media hora», la ambulancia se dirigió con el paciente al hospital

de referencia, Laredo. En el camino, sufrió «un deterioro del nivel de

conciencia y una crisis convulsiva», señala el informe clínico emitido

por el hospital universitario Marques de Valdecilla de Santander.


«No podía ni respirar»


Debido a la gravedad de su estado y a que en Laredo no disponen de

Unidad de Neurología para someterle a una posible intervención, fue

derivado a Valdecilla, donde «ingresé a la una y media de la

madrugada», cinco horas después de la caída, según sus cálculos. Cuando

empezó a ser consciente de dónde se encontraba, «al cabo de tres días,

tenía un tubo de drenaje en un costado y una vía de suero -el oxígeno

ya me lo habían retirado-, y unos dolores tremendos. No podía ni

respirar y al toser veía las estrellas».


Eduardo y su familia -su mujer está embarazada de seis meses- estudian

con sus abogados la posibilidad de denunciar a Osakidetza. «Siempre he

pensado que la decisión vino de más arriba. No me creo que ningún

médico decida no atender a un paciente porque el hospital está

saturado. No quiero que le vuelva a pasar a nadie, y sobre todo no

quiero que mi mujer, que es de Bilbao, o mi hijo cuando nazca puedan

ser rechazados en un hospital».


Para colmo, el joven acaba de recibir una carta del hospital de Cruces

en el que le piden información sobre el vehículo que conducía cuando se

accidentó para pasarle «la factura». «¿Me van a cobrar la charla con el

celador?», ironiza. «Si me hubiera llamado el médico para preguntar:

'Hola Edu, ¿qué tal estás?, igual me aceleré al evaluar tu estado,

pero había tenido un mal día'. Con eso hubiera sido suficiente, porque

todos nos podemos equivocar, ¿no?».


Fuente: El Correo Españo-El Pueblo Vasco (www.elcorreodigital.com)

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