Miles de aficionados rojillos invadirán la bahía el próximo domingo después de dos años de dominio absoluto de la trainera de Astillero. El objetivo, remontar dos segundos.
El ambiente es frío en Castro Urdiales. Porque es la hora del almuerzo o porque el aficionado castreño no esperaba alcanzar la segunda jornada de la Bandera de La Concha con opciones de ganarla, lo cierto es que las banderas rojas no cuelgan de los balcones en la misma proporción que en 2001 y 2002, cuando La Marinera cosechó sus mayores éxitos, incluidos los dos triunfos seguidos en aguas donostiarras. Tras una temporada irregular, en 2003, y la siguiente en blanco, la de 2004, Castro realizó una profunda renovación de su plantilla para volver a la primera línea. Nunca la entidad rojilla había hecho semejante esfuerzo económico, sin embargo, los resultados no llegaban hasta que a falta de una semana para La Concha las ikurriñas de Orio y Zarautz situaron a Castro como una de las tres candidatas. Muy pocos esperaban ver ya a su trainera cerca de la San José XIII de Astillero, tan cerca que sólo dos segundos exactos les separarán el próximo domingo en la segunda y definitiva jornada de La Bandera de La Concha.
José Luis Korta Elizondo (25 de abril de 1949, Orio) espera en el bar Chelines situado frente al Ayuntamiento, el mismo con el que ha chocado en más de una ocasión en defensa de los intereses deportivos. Recién llegado del Museo Marítimo de Bilbao, al que donará una de sus antiguas traineras que almacena en el club, el entrenador y patrón de Castro viste un polo azul marino del club donostiarra de Fortuna y pantalón corto. Se le ve más delgado que nunca. «Tengo que perder dos kilos más antes del domingo. Tengo que llegar a los ochenta», asegura. Si sale mala mar ocupará el puesto en la popa de La Marinera, aunque si por él fuera «metería al chaval -Cristian Garma-». En la televisión, la etapa de montaña de la Vuelta a España. «Los periodistas podríais venir en las etapas de sprint y no en las de montaña» dice en alto con la sorna que siempre caracteriza al de Ortzaika.
El bar Chelines
El bar Chelines es el centro de reunión de los aficionados castreños. Fuera, el cielo anuncia tormenta, pero dentro la partida a cartas y el constante bullicio no decaen. En la barra, una simpática camarera, con mucho desparjado ataviada con un delantal rojo de La Marinera, es la única que pone a Korta en su sitio en un local lleno de hombres. «Te han pillado», le dice ésta al veterano entrenador desde el otro extremo de la barra. Se refiere a la porra en la que Korta ha venido participando cada fin de semana de la temporada de traineras bajo el nombre falso de Irati. Levantó la liebre en el momento que acertó las regatas de Orio y Zarautz. Irati es su nieta mayor, «la única que me defiende» asegura. El otro, Oier, tiene cinco meses. A José Luis Korta le brillan los ojos. Su familia está asentada en Castro. Sus dos hijas también cambiaron de aires cuando hace ocho años fichó por el club cántabro. Antes pasó por Orio, Lasarte Michelín Kaiku y Zierbena. En total, trece banderas de La Concha y más de un centenar de triunfos, al margen de ser campeón de España de skiff durante diez años consecutivos y participar en varios campeonatos del Mundo y unos Juegos Olímpicos.
Dos segundos en contra
Un café antes de preparar el entrenamiento que llevará a cabo esa misma tarde es lo único que no perdona. Hablamos de La Concha. «Hemos pasado de la nada al todo. Ahora somos el aspirante. Tenemos dos segundos de desventaja con el bote al que más miedo le teníamos. El que ha dominado en las tres últimas temporadas, pero hay que remar. Los chavales creen que se puede mejorar respecto a la primera jornada. Sabían que Pedreña no era un rival fácil, que había que abrir hueco, pero lo hicieron demasiado tarde. Debimos salir de puntas con ventaja y no lo hicimos».
Castro partirá en la tanda de honor junto a Hondarribia, Arkote y Astillero. Es éste último el que tiene los dos segundos de ventaja. «Es poco y mucho. Podemos ganar. La tripulación sabe de lo que es capaz. Cada vez tiene más confianza, pero esto es deporte. Sólo gana uno y no significa que los demás hayan fracasado».
El ruido de fondo da paso a un silencio roto por los violines del Canon en re menor de Johann Pachelbel. La televisión local repite en ese momento la primera jornada y despide su programa con unas imágenes ralentizadas de La Marinera en la bahía. Korta podría conseguir la que sería su décimocuarta Concha. «Tengo la misma ilusión que en la primera. He sido un tío con suerte. El que más amigos y el que más enemigos he tenido. También el que más ha ganado y el que más ha perdido».
El pabellón, compartido
No llueve. La tormenta se pierde por el horizonte, igual que la habida durante meses en Castro en torno al pabellón náutico construido junto a la nueva lonja, en la ladera de la ermita. Los aficionados rojillos debieron salir en masa a la calle para exigir al Ayuntamiento un sitio para el club de remo en dicho edificio. El consistorio aglutinó todos los deportes náuticos y dejó al margen a Korta y los suyos. Ahora puede trabajar con comodidad, aunque no tanto como a él le gustaría. Al ser público, el horario de apertura y cierre es siempre el mismo, y el que abre y cierra las puertas es un empleado municipal. José Luis Korta no tiene llaves y depende siempre de otros. En el corto camino hacia el mismo un grupo de jóvenes que todavía no habían nacido cuando Korta ya ganaba banderas le animan con descaro para el segundo domingo.
Las instalaciones son modélicas. Recién inaugurado, todavía huele a pintura. El de Ortzaika no está conforme con la distribución: «Han desaprovechado muchos espacios. Los arquitectos saben de hormigón y paredes, pero de remo muy poco». El gimnasio donde se preparan los integrantes de La Marinera es enorme con grandes ventanales que dan al puerto viejo. Está vacío. Subimos a la parte alta. Desde los despachos de los diferentes clubes náuticos se divisa todo el pueblo. La Sociedad de Remo Castreña tiene dos habitaciones. Es donde Korta prepara sus entrenamientos.
En la parte baja se apila todo el material de que dispone el club de remo, aunque antes pasamos por el foso, todavía en obras. Más grande que ningún otro, permite entrenar a dieciocho remeros al mismo tiempo. «Aquí también han fallado. No le han puesto motor y para el remero se hace muy duro». De fondo el ruido de las olas se cuela por las rendijas de ventilación. «En invierno da miedo», dice el veterano remero.
A ras de calle guarda las traineras Amilibia, además de una preciosa Cuesta de madera. En el otro almacén todavía guarda alguna Icaceta. Le preguntamos por una trainera escondida en la parte de atrás. «Es de repuesto. Está cogida con las medidas y todo por si tuviéramos un accidente con la que estamos utilizando ahora». José Luis Korta es único. Veinticuatro horas dedicadas al remo. Mima las traineras casi como a sus nietos. «Ésta ya ha dado todo lo que tenía que dar. La pobre está ya muy machacada», dice mientras toca La Marinera que dio a Castro las banderas de La Concha de 2001 y 2002.
Dejamos el pabellón y nos despedimos hasta la hora del entrenamiento. Más de doscientas personas siguen en directo el embarque de los remeros. En la tienda oficial -el primer club que vende productos en El Corte Inglés- los aficionados pagan religiosamente los doce euros que cuesta viajar hasta la bahía el domingo. Julián, Asun y Pilar han llenado diez autobuses y «todavía lo que queda». Santiago Gutiérrez, miembro de la directiva, pasea por la zona. «No hay que subestimar a Astillero, pero Castro tiene una tripulación de muchos kilates que antes o después tenía que explotar». Le preguntamos por aquella decisión de principio de temporada en la que Korta fue despedido y luego readmitido en 24 horas. «Igual hubo un poco de nerviosismo pero luego nos dimos cuenta que lo mejor era seguir». La Marinera sale entre aplausos. Como dice Korta. «Castro es diferente».
Fuente: diariovasco.com