Si un niño lo sufre se le considera desobediente, vago y distraído, cuando en realidad lo que padece es un desajuste neurobiológico que afecta a entre un 5 y un 10% de la población. Es el llamado trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Suele ser frecuente que los síntomas de este gran desconocido se confundan con problemas de aprendizaje y conducta. En el fondo, sin embargo, esconden una enfermedad que debe ser evaluada y tratada por profesionales. Con el objetivo de desenmascarar a este enemigo invisible, el centro cultural La Residencia de Castro Urdiales acoge una exposición informativa sobre el TDAH que permanecerá abierta hasta el jueves.
Más frecuente en chicos que en chicas, la detección y posterior evaluación de este trastorno no resultan sencillas. Y es que no existe una prueba única que permita dar con un diagnóstico inequívoco. De este modo, el paciente debe someterse a un examen médico general para descartar problemas visuales o auditivos. A continuación, se precisa una evaluación psicológica con pruebas de capacidad intelectual y desarrollo cognitivo. También hay que estudiar el entorno familiar del pequeño, así como su historial académico y de comportamiento en las aulas.
Mozart y Einstein
Cuando se confirma la existencia de un TDAH es el momento de diseñar una estrategia integral, que incluirá ayuda psicológica, la intervención de los padres y profesores y, en ocasiones, tratamiento farmacológico.
En la actualidad, se ha descubierto que la enfermedad está provocada por un fallo en el desarrollo de los circuitos cerebrales en los que se apoyan la inhibición y el autocontrol. Existe, por tanto, un consenso mayoritario que asegura que el TDAH tiene un origen neurobiológico y «de probable transmisión genética», confirma la Fundación cántabra de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad, organizadora de la muestra. Aunque se manifiesta en niños y adolescentes, en un 60% de los casos este mal se prolonga hasta la edad adulta.
No obstante, estas personas son «creativas, originales, tenaces...». Es más, grandes genios como Leonardo da Vinci, Albert Einstein y Wolfgang Amadeus Mozart, entre muchos otros, lo padecieron.
Extraído de: elcorreodigital.com