Ayer jueves tuvo lugar la presentación del trabajo periodístico "El segundo Gobierno Negrín: la República en Figueras", del castreño Angel Lorenzo. En el salón de un conocido restaurante, los asistentes disfrutaron de una animada tertulia en la que se tocaron, entre otros, temas como la salida de Indalecio Prieto o la presencia de la CNT en el consejo de gobierno republicano. En el acto, programado por la Asociación Española de Periodistas Liberales, el autor participó en el debate sobre controvertidas cuestiones relativas a la posición del doctor Negrín ante el inminente fin de la guerra, ya en 1939.
Destacó de entre todas las intervenciones la respuesta que dio a la pregunta de si Negrín había prolongado una guerra que estaba ya perdida para la República. Nos hemos permitido la libertad de hacer una transcripción literal de su respuesta:
En el año de 1938 el hundimiento del crucero Baleares, la ocupación de Teruel y el Ebro cruzado por las fuerzas que obedecían al Gobierno de Barcelona eran las únicas bazas militares logradas por la República. Las tropas nacionales utilizarían la contraofensiva de Teruel como trampolín de una acción que les llevaría hasta el Mediterráneo cortando en dos la zona republicana y ocupando Lérida. A últimos de diciembre emprenderían la ofensiva que terminaría con la conquista total de Cataluña a primeros de febrero de 1939. La suerte de la Guerra estaba echada.
Los acontecimientos se desencadenaban a velocidad de vértigo y el Gobierno Negrín decidió, tanto en sus partes de guerra como en sus declaraciones, dar a la contienda el carácter de una lucha "por la independencia" prolongando la guerra y anteponiendo la resistencia de su Gobierno a las bajas de miles de ciudadanos poniendo especial énfasis en destacar la presencia de alemanes e italianos en España. Dentro del bando republicano Indalecio Prieto había salido ya del gobierno y la fracción social-comunista y la anarquista no estaban interesadas en llegar a una "paz de compromiso" como reclamaban desde el extranjero, en especial Inglaterra. Negrín se había quedado solo en un momento aciago de la Guerra.
El segundo Gobierno Negrín se formó en un momento especialmente crítico. Los hombres que lo constituían tomaron el Poder con el ánimo de que sólo podría reportarles sinsabores, sacrificios y áspera responsabilidad. Los ministros nuevos habían acrisolado ya su capacidad de trabajo y de abnegación en otros cargos. Este nuevo Gobierno era, políticamente, más fuerte que el anterior porque en él figuraba ya la importante fuerza obrera que se mantenía alejada del Frente Popular. Su política no podía ser otra que la de afrontar la guerra con arreglo a los principios de dignidad repetidamente expuestos por Negrín, con agrado de la opinión exterior y entusiasmo de la opinión interior. En el Gobierno había bajas dolorosas y nadie como Negrín sabía a lo que obligaba heredar la obra de su predecesor y amigo Indalecio Prieto.
Con el derrumbamiento del frente catalán en los primeros días de 1939 y los grupos republicanos descompuestos el Gobierno Negrín se traslada a Madrid desde Francia e intenta una resistencia final a la que ya se opone parte del Ejército, especialmente la encabezada por el coronel Casado, que crea el Consejo de Defensa para intentar una paz negociada con Burgos.
El Diario de Sesiones del Congreso, en fecha 1 de febrero, recogió la última reunión del Congreso Republicano en Figueras. Negrín tomó la palabra. Ésto es lo que dijo: "A mi me horripila pensar lo que significaría el triunfo de alemanes e italianos en nuestro país, explotando nuestro suelo y nuestro territorio, aquí donde no necesitan el empleo de grandes capitales para sacar directamente el jugo de un trabajo, encontrando ya terreno donde situar a esos millones de italianos que en sus tierras les sobran y que en Abisinia no pueden emplear por falta de capitales, convirtiendo así este país nuestro en una nueva colonia. Y me horripila pensar lo que sucedería en España, donde siglos de incultura no ha permitido que arraigue un profundo sentido nacional que, felizmente, ha hecho resucitar la guerra. Por la independencia de España, por la liberación del pueblo español, porque sea él mismo el que señale y fije su rumbo y su destino, y, en último término, porque esta lucha fratricida no deje huellas de rencor renovadas por persecuciones y por represalias, por ésto es por lo que el pueblo español lucha y por lo que este pueblo magnífico triunfará".
Negrín esperaba que en toda Europa se desencadenase una guerra que salvase a la República y pretendía prolongar la agonía en espera de un milagro. Hartos ya de la inoperancia de Negrín el periódico El Socialista, en fecha 7 de marzo de 1939, recogió la constitución en Madrid de un Consejo de Defensa que negaba la obediencia al Gobierno Negrín en busca del fin de la guerra: "En la noche de anteayer, domingo, quedó constituido en Madrid el Consejo Nacional de Defensa, que asume el poder en sustitución del Gobierno que presidía el doctor Negrín. Preside el Consejo el coronel Casado, jefe del Ejército del Centro".
Inmediatamente después de constituido el nuevo organismo, en una emisión especial de radio se dio lectura al siguiente documento por el señor San Andrés: "No podemos continuar por más tiempo aceptando pasivamente la improvisación, la carencia de orientaciones, la falta de organización y la absurda inactividad de que da muestras el Gobierno del doctor Negrín. No puede continuar ni un momento más el silencio y la incertidumbre, origen del más tremendo desconcierto que se deriva de la conducta suicida de ese puñado de hombres que todavía continúa aplicándose la denominación de Gobierno, pero en los que nadie cree, en los que nadie confía. O nos salvamos todos o todos nos hundimos, dijo el doctor Negrín. Y Negrín carece de la tranquilidad y del aplomo, de la decisión de sacrificio que es exigible a todos los que, de una u otra manera, pretenden ponerse al frente de los destinos de un pueblo".
En un último discurso, Julián Besteiro dijo: "El Gobierno Negrín, con sus veladuras de la verdad, con sus verdades a medias y con sus propuestas capciosas, no puede aspirar a otra cosa que a ganar tiempo, tiempo que es perdido para el interés de la masa ciudadana. De esta política de fanatismo catastrófico, de neta sumisión a órdenes extrañas, con una indiferencia completa hacia el dolor de la nación, está sobresaturada ya la opinión republicana".