A la carabela portuguesa, la medusa (o técnicamente hablando, el conjunto de pólipos) que tiene atemorizados a los bañistas en Castro Urdiales y Laredo, se la ve de lejos. Se distingue por un flotador en su parte superior que se hincha de aire y le sirve de vela, de ahí el nombre. Suele desplazarse por la superficie del agua impulsada por las corrientes de aire. Hay que huir de ella porque inocula un veneno más potente que el de otras especies. Nace en Portugal y suele desplazarse hasta Irlanda, pero esta vez ha cambiado su rumbo hacia el Cantábrico. Los biólogos aclaran que no es un fenómeno tan extraordinario que la carabela irrumpa en el Cantábrico. Sólo en las seis playas de Castro han sido recogidos 43 ejemplares en menos de una semana y los puestos de socorro de Cruz Roja han asistido a once personas por picaduras, la mayoría niños de entre 6 y 11 años. La embarcación 'Itsasain' de la Ertzaintza ha avistado algún pequeño banco de carabela portuguesa a dos millas de la costa vizcaína, pero aún no se han acercado a las playas.
El primer día que fue detectada en Ostende (Castro) llegó a prohibirse el baño, pero una vez superado el susto, Protección Civil recomendó precaución y que se informe a los bañistas sobre cómo reaccionar ante un posible ataque. «No hay que tocarlas nunca, incluso muertas los tentáculos liberan toxinas y pican», advierte el coordinador voluntario de la Cruz Roja en Castro Urdiales (Cantabria), Ignacio García. Bombero de profesión en Bilbao y licenciado en la especialidad de Geografía en Riesgos Naturales, García (29 años) ha tenido que estudiar a fondo al principal enemigo de este verano. Quienes han sufrido sus 'caricias', dicen que «escuece mucho» y que el picor multiplica por mil al de una ortiga.
-¿Cómo se preparan para combatir a la desconocida carabela?
-La gente demanda información. Preguntan: 'Si me pica, qué tengo que hacer'. Nuestra labor es prevenir antes que actuar, así no habrá picaduras ni será necesario realizar salvamentos. El principal consejo es que tengan cuidado, lo bueno es que se las ve bastante bien porque siempre van por superficie y son fácilmente reconocibles.
-¿Cómo se las reconoce?
-Tienen una especie de vejiga hinchada de aire que siempre está fuera del agua -a diferencia de otras especies que se mueven entre dos aguas- y les funciona un poco de aleta. Son de color entre transparente y blanquecino, tienen una aureola violeta y textura gelatinosa. Se trasladan por las corrientes de agua y, sobre todo, de aire, por los vientos. Este año las corrientes las han traído hasta aquí. Nacen en Portugal y van en busca de temperaturas más cálidas.
-Dicen que en casos extremos pueden llegar a medir doce metros.
-Sí, pero las que hemos recogido aquí esta semana eran más pequeñas, tenían entre 30 y 40 centímetros, y fuera del agua se encogen, quedan como la palma de una mano. Parece que con agua caliente se hacen más grandes.
-¿Cuáles son los síntomas de su picadura?
-Se siente como un 'ortigazo' tremendo, ardor, quemazón. La erupción cutánea aparece en forma de una especie de latigazos con bastante enrojecimiento. A diferencia de otras medusas, ésta penetra en el torrente sanguíneo y destruye glóbulos rojos. Lo que pica de las medusas son los tentáculos, donde están los nematocitos, ahí residen las toxinas, el veneno que inyectan, más fuerte que el de otro tipo de medusas, los síntomas son más agresivos.
-¿Y cuánto dura la molestia?
-Las secuelas pueden llegar a notarse durante días, a veces hasta un mes, y tiene rebrotes.
-Entonces, si se ve una, hay que salir corriendo.
-Tanto si está en la orilla como en el agua, hay que avisar al servicio de socorristas. La mayoría de las más de 40 medusas que hemos recogido en Castro, ha sido en el agua desde la embarcación. Las cogemos con reteles y guantes y así no llegan a la orilla. Los niños son más vulnerables, así que hay que estar atentos para que no las toquen. Si pica, inmediatamente salir del agua, no rascarse ni frotarse con una toalla o un trapo, a poder ser ni siquiera tocarse, ya sé que es difícil, porque llevarse la mano para protegerse es un acto reflejo, casi instintivo, pero en este caso es peor. Tampoco debemos aclararnos con agua dulce, en todo caso con salada; puede provocar reacciones más agresivas y que el veneno penetre más. Lo mejor es acudir al puesto de socorro, y si no hay uno cerca, ponerse frío localizado, no directamente (envuelto en una tela) y sólo durante unos cinco minutos, para que no se hinche, hasta que se suavice el dolor. Esto en el caso de una reacción leve. Si además la persona sufre mareos, convulsiones... hay que trasladar de inmediato a un centro hospitalario.
-¿Han tenido que evacuar a alguno de los bañistas atacados?
-A los niños, más que nada por precaución. No todos reaccionamos de la misma manera a la picadura de un animal. Hay organismos más sensibles, como los niños o las personas mayores, o grupos de riesgo: asmáticos, alérgicos, cardiópatas, e incluso quienes han sido picados alguna otra vez. Es curioso, pero su cuerpo se sensibiliza y reacciona más radicalmente. Decir que es mortal, sería alarmista, aunque ha habido muertes, pero también por picotazos de avispas.
-Pero varias picaduras no han sido por contacto directo.
-Una chiquitina que estaba el otro día con su padre en las rocas sufrió una erupción en toda regla por un trozo de tentáculo que se había desprendido de una medusa muerta. También varios de nuestros socorristas han resultado afectados de forma accidental por salpicaduras. Uno tuvo hasta mareos.
-¿Puede amargar el baño a muchos este verano?
-Es drástico prohibirlo, pero hay que meterse al agua con precaución, sobre todo donde hay más oleaje que arrastra suciedad y también a las medusas. Es mejor elegir zonas tranquilas. El primer día que aparecieron, el 18 de julio, colocamos la bandera roja hasta conocer las directrices de Protección Civil de poner la bandera amarilla y dar consejos a los bañistas.
-¿Manejan alguna previsión?
-La verdad es que no. Las medusas no se ajustan a marcadores como el mar o el tiempo. Hoy, por ejemplo, hay calma chicha, la bahía está como una poza, ni mar de fondo ni línea de ola y no ha aparecido ninguna, pero los tres días anteriores han sido complicados, sólo ayer (por el miércoles) tuvimos seis picaduras. La gente anda con inquietud, con tensión y se queja: '!para un fin de semana que hace bueno¡'
-¿Qué hacen con ellas?
-No podemos tirarlas a la basura. Viene a recogerlas el Departamento de Medio Ambiente de Cantabria y se las lleva para analizar.
PÓLIPO SIFONÓFORO
La más venenosa
La 'Physalia physalis' o carabela portuguesa es originaria de ese país y se caracteriza por un flotador que le sirve de vela para desplazarse por la superficie del agua. Al parecer, la pesca masiva de atunes y tortugas en zonas tropicales ha acabado con los depredadores naturales de esta especie, que por lo tanto prolifera. El número de células urticantes en sus tentáculos es mayor y su veneno más potente que el de otras medusas.
No son marcianos
Al playista no le dejan tranquilo las preocupaciones del año, ni la costumbre de estar preocupado. Va y viene por la playa, toma una cerveza, lee un poco, camina por la orilla, vuelve y escucha, aunque no lo quiera, la conversación de sus vecinos de toalla. La conversación del verano es la carabela portuguesa, una variedad perniciosa de los pólipos y las medusas. Los nombres tienen mucha importancia. Éste, tan literario, ha hecho fortuna. Ya se sabe que los aprensivos están encantados de apuntarse a las nuevas palabras que designan preocupaciones de siempre, reales o imaginarias.
Si a un bañista le da este verano un susto una medusa, se sentirá aliviado, pero en el fondo excluido, si se entera de que no ha sido la carabela portuguesa. Los playistas necesitan tener preocupaciones para seguir siendo los del resto del año. Les cuesta quedarse tumbados al sol, leyendo algo o sin pensar en nada, pasear por la orilla, jugar con las olas, nadar un poco, desconectar, estar tranquilos. Para cuando empiezan a zambullirse en la tranquilidad, les toca ir pensando en la vuelta.
La preocupación del verano es, este año, la carabela portuguesa. Bien, habrá que tener cuidado, acercarse al puesto de socorro si tenemos un contacto carnal de riesgo con alguno de esos pólipos traslúcidos, esas sombrillas cimbreantes empujadas por las corrientes y el viento, que parecen marcianos gelatinosos, pero no lo son, ni su modesta invasión, que no pasa de dos dígitos, es la guerra de los mundos. Sabemos que no deberían llegar a las playas, porque no les gusta el agua dulce y los ríos se han hartado de bajar agua de lluvia en primavera, pero algunas llegan. Su número aumenta por la sobrepesca y la contaminación de hidrocarburos. Son un coñazo las medusas, pero tampoco es para tanto. Los playistas no deben abandonar sus posiciones, conquistadas tan duramente tras todo un año. Hay más peligro en cualquier parte. Sería como no ir al campo por temor a los rayos, las culebras o las avispas. Consulten las estadísticas. Si les pica una medusa, acudan al puesto de socorro, pero no se pongan en lo peor. Piensen en el modo de adornar la historia en la oficina. «Carabela portuguesa com certeza, é com certeza carabela portuguesa».
«Pisar un salvario puede ser muy doloroso»
Cruz Roja ha recuperado el control de las playas en Castro Urdiales después de casi una década. Cuentan con 17 socorristas y dos embarcaciones a las que se suma una tercera los fines de semana. El puesto médico y la ambulancia medicalizada se apostan en el muelle de Don Luis. «Todo es mejorable, claro que sería mejor tener aquí un hospital de campaña, pero cumplimos con creces la recomedación de 12 socorristas por cada 500 metros de playa». Los seis arenales de Castro y sus pedanías ocupan 3.100 metros.
-Además de las medusas, ¿qué otras amenazas guarda el mar?
-Los salvarios, por ejemplo. Es un pez típico de playas cercanas a ríos o estuarios, como las de Oriñón y Arenillas en Castro, y aparecen con baja mar. Son como una babosa de color arena. Se entierran para camuflarse y están ahí agazapados. Tiene tres pinchos defensivos; si pisas uno y se te clavan los tres aguijones puede ser muy doloroso. Los efectos de la picadura pueden durar hasta una semana.
-¿Cómo se cura?
-En el puesto de socorro extraemos la espina con una lanceta (una especie de 'cutter'), y limpiamos la herida, como todas las picaduras de bichos, con un antiestáminico para que no vaya a más y no se inflame.
-Después de nueve años sin pisar la playa, Cruz Roja vuelve a los puestos de socorro en Castro. ¿Cómo va la temporada?
-Con un sabor agridulce, la verdad. Nos gusta mucho nuestro trabajo y lo estamos haciendo lo mejor posible, en ningún caso peor que otros años, pero hemos pagado el pato en algunas cosas por novatos que iremos puliendo con el tiempo.
Extraído de: elcorreodigital.com