La mitad de los 54 coches implicados en la colisión múltiple del viernes en la A-8 serán declarados siniestro total. Hubo 27 heridos leves, uno de los cuales quedó atrapado y tuvo que ser rescatado por los Bomberos. Aún así, pudo ser mucho peor. Milagrosamente, no se registraron víctimas mortales, y por fortuna, ningún coche se incendió, pese a que al menos uno sufrió una fuga de gasolina, que con una chispa podría haber estallado.
El accidente, uno de los más aparatosos que se recuerdan en Vizcaya, se produjo a raíz de «un chaparrón de granizo húmedo» que descargó a las cuatro de la tarde en una zona concreta, Abanto. Por la cercanía del mar, este fenómeno meteorológico «imprevisible» e «inevitable» contiene más agua y «patina más que el seco, es más pegajoso», explica el meteorólogo de EL CORREO, Pedro Mari Martínez. «El granizo aquí es peligroso, son trocitos de hielo sobre el asfalto y, si te asustas y pisas el freno, el coche se te va». Probablemente, y a falta de conocer la investigación de la Unidad de Atestados de la Ertzaintza, eso fue lo que ocurrió en Abanto. Un primer coche resbaló y quedó cruzado en la calzada y los demás fueron colisionando sin remedio en cadena.
Se registró, además, «en el peor sitio», una pendiente, la de Petronor, en dirección Cantabria, limitada a 100, en la que los vehículos alcanzan elevadas velocidades. «Los coches patinaban como si hubieran tirado canicas cuesta abajo», describe gráficamente uno de los bomberos de tres parques diferentes que intervinieron en la retirada de los coches siniestrados. En su opinión, los vehículos no debían de circular a «velocidades fuertes» como ocurrió en el trágico accidente de Amorebieta, donde quedaron «montados unos encima de otros», y murieron 17 personas.
«Cuarto viaje de la grúa»
Roberto, un conductor que se libró «por un pelo» de quedar atrapado en la montonera, tuvo un accidente unos metros más allá, en el puente de La Arena también por la granizada, aunque con sólo cuatro coches implicados. Recuerda que «en cinco minutos» el pavimento quedó cubierto por una capa de «unos cinco o seis centímetros» de granizo. Por fortuna, salió ileso. Le preocupa más la conductora a la que golpeó por detrás al cruzarse en la calzada, que fue trasladada a un hospital. Como el resto de implicados, tuvo que recurrir a un taxi y a una grúa del seguro, que no paraban de pasar cargadas. «Era el cuarto viaje que hacían con gente del accidente». Su coche, con el morro destrozado, no arrancaba.
Lo mejor fue la rapidez con que retiraron los más de medio centenar de coches implicados, «en tres cuartos de hora». La A-8 permaneció cortada cuatro horas hacia Santander, un tiempo superado muchas veces con siniestros menores.
A-8, agua y granizo
Hubo un tiempo en el que el paso de los coches por Muskiz era una versión desarrollista del cuento de Cortázar 'Autopista del Sur'. No voy a decir que les diera tiempo para iniciar relaciones sentimentales o que organizaran patrullas para conseguir avituallamientos, pero podías entablar largas conversaciones con los atrapados automovilistas que preguntaban cualquier cosa para distraerse. Te ibas caminando y los dejabas atrás mientras ellos se armaban de paciencia para seguir gastando gasolina y desgastándose los nervios antes de llegar, mucho tiempo después, a lugares cercanos, como Barakaldo o Sestao.
Luego hicieron la A-8 y nos las prometimos felices durante un cuarto de hora, hasta que nos dimos cuenta de que alguien, fuera ingeniero de caminos, diputado de obras públicas o ministro del ramo, se había quedado corto. Las colas se reprodujeron como las de las lagartijas, pasaron de la carretera a la autovía, por colisiones de alcance, por la meteorología, porque coincidimos todos a la misma hora o por los más hondos misterios.
El viernes pasado, 54 automóviles chocaron unos con otros, en la bajada hacia el puente de las marismas de Pobeña, en esa U que lleva camino de récord mundial de accidentes. No hubo heridos graves, pero muchos coches quedaron para chatarra. El granizo no debería ser una explicación concluyente. En Bizkaia llueve a menudo y a veces graniza. Noticias frescas. Hay quien piensa que no existen los accidentes sino las imprevisiones, los ahorros, los errores y las chapuzas. Otros se culpan entre sí, la velocidad, la distancia de seguridad, la torpeza... Más que buscar culpables, habría que encontrar soluciones.
Decía Baroja que a veces se confunde lo difícil con lo imposible. Eso desanima. Tampoco va a ser la A-8 un problema irresoluble. Podrían estudiarse algunos tramos del trazado, revisar a menudo el firme, prohibir pasar de 80 entre Castro y Bilbao, vigilar toda ella con radares. La mayor parte de los días ese cartel de 80 les parece un sarcasmo a los conductores, pero su prolongación podría evitar los cambios bruscos de velocidad, y con ello las colisiones. Tal vez sea una prudente decisión, mientras avanza la 'Supersur,' conducir despacio si llevamos prisa.
Extraído de: elcorreodigital.com